Lucena
Juan Pérez, durante el pregón de la Semana Santa de Lucena.
La ermita del Valle engendró las estaciones penitenciales del pregonero. Una exaltación, en 2020, huérfana de Manuel Lara Cantizani, con la misión truncada de compañero inseparable confiada a Juan Pérez Guerrero, suscitó “una deuda” evaporada anoche en el templo de San Mateo Apóstol.
Una evocación afinada, en prosa, de la Semana Santa de Lucena, engarzando detalles profundos e infinitos e impactos humanos y evangélicos. Antonio Alba Nieva, fiel amigo del exalcalde de Lucena, verbalizó la entrañable e íntima presentación. Previamente, Antonio Requerey Ramírez recibía el Premio Cofrade ‘Manolo Ramírez’, galardón otorgado por la Agrupación de Cofradías.
Entre los sones propios de la Banda de Música de Lucena, el tambor y el torralbo, Juan Pérez, profesor de matemáticas, durante unos 80 minutos, en una disertación iniciada pasada las 21:15 horas –resulta urgente la reconfiguración temporal del acto-, hermoseó los ocho días pasionistas, aventajando los rituales y atributos autóctonos, y ahondó en las enseñanzas y sentimientos provocados y encarnados por las imágenes procesionadas por los santeros.
La devoción gloriosa a la Virgen de Araceli y el sentido comunitario aunado por la patrona gozaron de constantes referencias.
A las cofradías las denominó como “camino” y “parte viva” de la Iglesia y artífices predilectas del “amor al prójimo y al ausente”.
Eligiendo un orden cronológico, desde el Domingo de Ramos preponderó la santería, incluso “de contras”, erigiéndola como “arte y cultura”. Reconocida como Bien de Interés Cultural, hilvanó una metáfora y aseveró que “es una punzada que se siente desde pequeño”.
Los pasajes de la Semana Santa lucentina hallaron en el Amor y Paz, del Martes Santo, “el día más esperado para este humilde pregonero”. Como fases vitales, vinculó su madurez en el templo de Santiago y la infancia y la juventud, junto al Llanete de La Sangre.
Al Señor de la Columna lo renombró como Cristo de la Esperanza, hacedor de “escalofríos que enmudecen la tarde” desde que los santeros “levantan en un suspiro a la infinidad” de su llanete.
Y proclamó que “Lucena es Nazarena”, desde las seis de la mañana del Viernes Santo, en una procesión con “miles de sonidos y sentir masivo”, radicado en un “orden ancestral” siempre especial y distinto. La interpretación, con cajón y guitarra, del himno ‘Resucitó’, de Kiko Argüello, encauzó un final abrochado por la anticipación de la magna procesión del 27 de septiembre.
Juan Pérez hermosea los rasgos genuinos y los impactos de la Semana Santa de Lucena
Domingo, 13 Abril 2025 08:12 Redaccion Manuel González
Pregón cuidadosamente descriptivo, con atributos infinitos, de los ocho días de Pasión de Lucena; Antonio Ramírez recibe el Premio Cofrade 'Manolo Ramírez'

La ermita del Valle engendró las estaciones penitenciales del pregonero. Una exaltación, en 2020, huérfana de Manuel Lara Cantizani, con la misión truncada de compañero inseparable confiada a Juan Pérez Guerrero, suscitó “una deuda” evaporada anoche en el templo de San Mateo Apóstol.
Una evocación afinada, en prosa, de la Semana Santa de Lucena, engarzando detalles profundos e infinitos e impactos humanos y evangélicos. Antonio Alba Nieva, fiel amigo del exalcalde de Lucena, verbalizó la entrañable e íntima presentación. Previamente, Antonio Requerey Ramírez recibía el Premio Cofrade ‘Manolo Ramírez’, galardón otorgado por la Agrupación de Cofradías.
Entre los sones propios de la Banda de Música de Lucena, el tambor y el torralbo, Juan Pérez, profesor de matemáticas, durante unos 80 minutos, en una disertación iniciada pasada las 21:15 horas –resulta urgente la reconfiguración temporal del acto-, hermoseó los ocho días pasionistas, aventajando los rituales y atributos autóctonos, y ahondó en las enseñanzas y sentimientos provocados y encarnados por las imágenes procesionadas por los santeros.
La devoción gloriosa a la Virgen de Araceli y el sentido comunitario aunado por la patrona gozaron de constantes referencias.
A las cofradías las denominó como “camino” y “parte viva” de la Iglesia y artífices predilectas del “amor al prójimo y al ausente”.
Eligiendo un orden cronológico, desde el Domingo de Ramos preponderó la santería, incluso “de contras”, erigiéndola como “arte y cultura”. Reconocida como Bien de Interés Cultural, hilvanó una metáfora y aseveró que “es una punzada que se siente desde pequeño”.
Los pasajes de la Semana Santa lucentina hallaron en el Amor y Paz, del Martes Santo, “el día más esperado para este humilde pregonero”. Como fases vitales, vinculó su madurez en el templo de Santiago y la infancia y la juventud, junto al Llanete de La Sangre.
Al Señor de la Columna lo renombró como Cristo de la Esperanza, hacedor de “escalofríos que enmudecen la tarde” desde que los santeros “levantan en un suspiro a la infinidad” de su llanete.
Y proclamó que “Lucena es Nazarena”, desde las seis de la mañana del Viernes Santo, en una procesión con “miles de sonidos y sentir masivo”, radicado en un “orden ancestral” siempre especial y distinto. La interpretación, con cajón y guitarra, del himno ‘Resucitó’, de Kiko Argüello, encauzó un final abrochado por la anticipación de la magna procesión del 27 de septiembre.
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