La tarde pudo haber acabado con un resultado más que rotundo: cuatro orejas para Manzanares y una para David Galván, pero el fallo con las espadas dejó el marcador a cero, lo que no puede impedirnos ver lo mucho de bueno que tuvo el décimo festejo de la Feria de Abril.
Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados -más altos cuarto y quinto- y de buen juego en conjunto. Muy noble el primero, gran toro el segundo de nombre Encumbrado, también noble el tercero, sirvió el manso cuarto, bueno el quinto y con movilidad aunque algo más complicado el sexto.
Rivera Ordóñez, de nazareno y oro, silencio y silencio.
Manzanares, de catafalco y azabache, ovación tras aviso y clamorosa vuelta al ruedo tras aviso.
David Galván, de verde botella y oro, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
La plaza se llenó en tarde agradable.
Rivera Ordóñez cumplió sin muchas alharacas el trámite de volver a torear en Sevilla en esta temporada de su regreso a los ruedos. Su primero fue tan noble como justo de raza y al manso cuarto, que cogió muy feo a Juan García a la salida de un par de banderillas, si logró embeberlo en la muleta y plantearle faena en los medios pero sin alcanzar grandes cotas de lucimiento. Con la espada anduvo más que bien, al contrario que sus compañeros.
Y es que Manzanares, as de espadas, perdió hasta cuatro orejas por culpa de los aceros. Su primero fue el mejor toro de la corrida. Templado de salida, lo lanceó a la verónica, quitó por chicuelinas y, ya en la muleta, siempre embistió con prontitud, fijeza y calidad. Al quinto lo enseñó a embestir en la tela de su capote, teniendo el toro un buen pitón derecho. La faena de muleta fue templada de principio a fin y plena de garra cuando el alicantino se sobrepuso de una feísima voltereta milagrosamente sin consecuencias. Lo dicho, los cinco descabellos al primero y los tres pinchazos al segundo dejaron a Manzanares sin una rotunda Puerta del Príncipe.
David Galván pechó con un lote que ante todo precisó de oficio y el suyo aún es escaso. Su primero estuvo justito de fuerza aunque llegó noble y con movilidad al último tercio. Los muletazos surgieron de uno en uno y el toro se fue apagando, bajando la intensidad de la faena. Sí la tuvo la que hizo al toro que cerró plaza, sobre todo a partir de otra tremenda voltereta en la que se repitió el milagro de que no pasara nada. Hasta ese momento, Galván no pasó de correcto en un trasteo a menos, como su toro, pero tras el porrazo el toro se aplacó y el torero se vino arriba, metiéndose valiente entre los pitones del de Cuvillo. Con el público entregado, pinchó en dos ocasiones, quedando su premio en una vuelta al ruedo.