Los Toros

Manzanares se reencuentra con Sevilla

Sábado, 18 Abril 2015 22:36 Redaccion  Redacción

El alicantino tiró de raza para cortar una oreja a cada uno de su lote

Esta vez el público no salió pegando muletazos por el Paseo Colón, pero sí quedó impactado por la raza, entrega y valor de José María Manzanares, quien con un lote poco dado al lucimiento cuajó dos faenas de máximo interés, premiadas con una oreja de cada oponente. Pidió el respetable la segunda oreja del quinto de la tarde, que hubiera abierto la Puerta del Príncipe, pero la presidenta acertó a poner cordura en un ambiente enfervorizado.


Se lidiaron toros de Victoriano del Río y dos -tercero y cuarto- con el hierro de Toros de Cortés, desiguales de presentación -más bajos los de Cortés y el sexto- y desrazados en líneas generales.

Lama de Góngora, que tomó la alternativa, de blanco y oro, ovación con saludos y silencio.

Enrique Ponce, de ciruela y oro, silencio en ambos.

José María Manzanares, una oreja tras aviso y una oreja.

La plaza registró un lleno de "no hay billetes" en tarde agradable con rachas de viento que molestaron a los toreros.


Lama de Góngora llegó sin nervios al día de su alternativa o, al menos, eso aparentó cuando respondió por chicuelinas al quite de Ponce. Amante, el toro de la alternativa, tuvo poquita vida y el chaval estuvo ante él templado y firme.  La tónica siguió en el que cerró plaza, al que le enjaretó una buena media verónica en el recibo. El toro cumplió en los dos puyazos y pareció tener empuje en banderillas, pero ya en la segunda serie se quedó cortito. Lama se mostró valiente y con la espada ya mejorará.

Enrique Ponce pechó con un lote del todo imposible. Se inventó al primero, un toro desrazado y apagadísimo al que quiso darle fiesta sin mayor calado en el tendido. El cuarto humilló de salida, pero perdió esa condición en la muleta, donde además no transmitió absolutamente nada.

La tarde fue indudablemente de Manzanares. Vibrante resultó el recibo de capa al tercero, al que después cuajó una interesantísima faena en la que el hombre se impuso con su depurada técnica a un animal incierto y probón que terminó entregado en la muleta del alicantino. El quinto manseó a la salida del caballo y en banderillas y anduvo rajadito ya en la tercera serie, pero Manzanares insistió allí donde quiso el toro para acabar metido entre los pitones del animal con la plaza entregada. Dos estoconazos pusieron en sus manos sendas orejas.